El escudo colonial de Guayaquil

Escrito por el arquitecto Melvin Hoyos.
Para "Memorias Porteñas" de Diario Expreso, 1 de septiembre de 2013.



Anterior descripción inexacta del
escudo de armas de Guayaquil.
La búsqueda del acta mediante la cual la corona de España confirió un escudo de armas a Guayaquil, fue tan larga y compleja como la realizada con el fin de hallar el acta de fundación de la ciudad.

Desde el siglo XVIII se hicieron innumerables intentos por encontrar la cédula, hurgando unas veces en nuestros muy mutilados archivos y otras en los existentes en Lima, Bogotá y Madrid, pero siempre, e indefectiblemente con los mismos resultados:¡NADA! Autoridades coloniales; patricios de inicios de la república; historiadores expertos e investigadores profesionales recorrieron cuanto repositorio documental podía arrojar luz al problema, pero sin resultado alguno.

En esta crónica veremos la historia de esa búsqueda y de cómo la intuición y la erudición juntas, pueden resolver problemas que, enfrentados por alguien sin esas cualidades, se presentarían irresolubles.

PERO VAYAMOS AL PRINCIPIO:

Escudo de la ciudad de Orduña.
Nuestra ciudad, como todas las pertenecientes a los virreinatos de América, poseía un escudo colonial, lo que es totalmente comprobable gracias a los innumerables documentos que hablan de su utilización con el fin de solemnizar, tanto procesiones religiosas, como fiestas patrióticas realizadas en la urbe.

El escudo en mención había sido descrito por primera vez en la relación anónima de 1605, publicada en 1868 en Madrid dentro del tomo nueve de la colección Torres de Mendoza, diciendo lo siguiente:

"trae la ciudad por escudo de armas un león bermejo levantado sobre los pies y tiene en las manos una bandera y en ella una cruz atravesada a manera de aspa, y bajo de la bandera un castillo, el león está coronado y todo ello cercado por una cadena por orla".

Pero: ¿Y la cédula mediante la cual el rey confería el escudo de esta descripción?… ¿Dónde estaba?

Escudo del linaje de Urbina.
¿En dónde se hallaba tan precioso documento?

¿Se habría perdido en alguno de los incendios que arrasaron la ciudad en los tiempos en que aún éramos España?...O simplemente estaba traspapelado en alguno de los gigantescos repositorios documentales de la madre patria.

Su búsqueda la iniciaría el capitán Juan de Robles y Alfonso, pues para marzo de 1756, este habría sugerido al Cabildo guayaquileño que solicite al rey la confirmación de los privilegios y de sus armas.

De este acto daría fe, años después el procurador general de Guayaquil don Francisco de Trejo y del Castillo, quien retomaría la búsqueda infructuosamente informando al Cabildo el 9 de noviembre de 1775 que sus pesquisas no habían arrojado resultado alguno, aun cuando para hacerlas, tuvo que revolver los archivos de la ciudad y la Real Contaduría; solicitar sin éxito la búsqueda en los archivos de Quito y Portoviejo y comisionar a Francisco Ventura de Garaycoa para que investigue dentro de los archivos de Lima".

Escudo de Diego de Urbina.
Trejo agotaría sus esfuerzos enviando al rey un extenso memorial en el que daba a conocer al monarca la accidentada trayectoria de nuestra ciudad, solicitándole, entre otras cosas la ratificación de sus armas.

No se conoce si nuestro procurador tuvo o no contestación a su pedido, pero suponemos que no, pues años después el Cabildo comisionaría a don José Joaquín de Olmedo para que busque en España, mientras representaba a Guayaquil en Cádiz, el acta que confería las armas a la ciudad, utilizando para el efecto, un documento descriptivo del blasón, fechado 21 de noviembre de 1809.

Una vez más el fracaso tocaría a las puertas de quien intentaba hallar la esquiva cédula.

¿Sería que el famoso documento se había perdido…?

¡PORQUE DE QUE EXISTÍA NO HABÍA DUDA ALGUNA!…

…¿O si la había?

A través de los años, historiadores de la talla de Pedro José Huerta, Modesto Chávez Franco y Gabriel Pino Roca habían dado por sentada la existencia del documento, llegando este último, incluso, a realizar un escrito para ilustrar de cómo este tenía que haber sido redactado, y diciendo que había llegado a " sospechar de que el documento original se hallaba entre la documentación que reservó para la publicación de un segundo tomo la Sociedad de Bibliófilos Españoles cuando en 1892 dio a la luz el interesantísimo Nobiliario de Conquistadores de Indias".
Por lo que vemos; suponer que el documento no existía estaba totalmente descartado.

Tendría que descubrirse algo realmente nuevo para cambiar de derrotero y reiniciar la búsqueda de los orígenes del Blasón por otro lado.

¿Habría alguien que tuviese el conocimiento y la intuición requeridas para reorientar la búsqueda…?

¡Pues sí! Y ese alguien era nada más y nada menos que un descendiente del capitán Juan de Robles y Alfonso. El ilustre historiador e insigne genealogista guayaquileño Pedro Robles Chambers.

Don Pedro, familiarizado como pocos, con la imagen de escudos y pendones se percataría que nuestro escudo colonial era casi idéntico al de la ciudad de Orduña -tierra natal del capitán Diego de Urbina, conquistador responsable del cuarto reasentamiento de la Ciudad de Santiago en la región de Guayaquil- y que la bordura cargada de cadenas, del escudo perteneciente al linaje de la casa de Urbina, más las ondas de agua registradas en el escudo personal de don Diego, conformaban en conjunto, un escudo idéntico al escudo colonial de Guayaquil.

¡AHORA TODO ESTABA CLARO!
Pedro Robles.

El acta mediante la cual se confería a la ciudad su escudo de Armas, realmente nunca había existido, había sido el mismo Urbina quien en 1542 había hecho el escudo de la ciudad, luego de que Orellana lo dejase a cargo de ella y después de realizar su heroica defensa contra chonos y punaes.

Ya no existía ninguna duda; el origen del escudo colonial de Guayaquil había sido encontrado no como una concesión de la corona española sino gracias a la intuición de Robles, que gracias a su dominio de la heráldica había logrado ver en los blasones de Guayaquil, la decisión de un conquistador de conferirle a esta ciudad, a la que tanto trabajo le había costado reedificar, las armas de él; de su linaje y de su ciudad natal.

Curiosamente el hallazgo de don Pedro se daría casi doscientos años después de que su antepasado iniciara la búsqueda del documento que confería los blasones a la ciudad.

En 1952, el Municipio de Guayaquil corregiría de manera definitiva las características del escudo, dejando finalmente establecida, la imagen que este tenía en los tiempos en que aún éramos España.

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