Castillo de Ala-Vedra


En el centro de Guayaquil, en el sector de las Cinco Esquinas cercano a la Bahía, se levanta uno de los dos castillos que se pueden admirar en la ciudad: se trata del pequeño castillo de Ala-Vedra. Ubicado en la intersección de las calles Colón y Noguchi -con el boulevard Olmedo de testigo-, este edificio fue propiedad el excéntrico señor doctor don José María Ala-Vedra de Figuerola Moreira de Vergara y Gómez de Tama Ponce de León.

Sacro militare ordine
 constantiniano di San Giorgio
«José María Ala-Vedra y Tama» nació en 1890 en la ciudad de Guayaquil. En 1917, cuando se graduó de médico, era un joven apasionado por lo aristocrático, la equitación y la esgrima. Se dice que fue en Lima donde empezó a dividir su primer apellido (Alavedra) en dos, porque le pareció más aristocrático.

En 1951, el reino de Nápoles le concedió la Sagrada Orden Militar y Constantiniana de San Jorge (en italiano: Sacro militare Ordine Constantiniano di San Giorgio), al año siguiente solicitó permiso para construir su castillo, pero unos concejales le exigieron dinero, se enojó e hizo circular una hoja volante con el siguiente encabezamiento: «El Caballero de las Espuelas Doradas a sus nobles brutos».

Recién en 1959, sobre un solar de 400 metros cuadrados, comenzó a construir su castillo. Un palacio de estilo medieval hispano-romano a un costo de cinco millones de sucres, cantidad onerosa para la época, la cuantía final fue superior.
Ordo Equestris
Sancti Sepulcri Hierosolymitani

La gran noche de José María Ala-Vedra y Tama fue el domingo 16 de junio de 1962. A las 21h00 fue condecorado como Caballero Gran Oficial de la Orden Ecuestre y Pontificia del Santo Sepulcro de Jerusalén (en latín: Ordo Equestris Sancti Sepulcri Hierosolymitani), y las 22h00 se realizó la bendición e inauguración de su castillo. La ceremonia se realizó en el Palacio Episcopal que fue en latín, música sacra de fondo y lágrimas del Dr. Ala-Vedra que vivía su noche de noches.

Él vestía frac, lo acompañaban los Caballeros: Dr. Vicente Norero de Lucca y Giulio Ricci ataviados con capas y espadines al cinto. Y el Secretario, Bolívar Pauta Ubilla, en un almohadón portaba el título y la espada.

Posteriormente se desplazó al castillo donde lo esperaban sus invitados del mundo aristocrático, diplomático y de la más alta esfera social. Los mozos servían copas de champaña. Subió por la escalera de mármol cubierta con una alfombra roja, se detuvo, junto a una armadura de plata, a recibir las felicitaciones de rigor. En los bajos del populoso sector de las Cinco Esquinas, la multitud pujaba por ingresar.

Varias personas en la ciudad se referían a el en tono de burla como: «Lord Caca», haciendo alusión a que la fortuna que la familia Ala-Vedra amasó se basó en una una empresa de abromiqueros, i.e. compra-venta o cambio de toneles de excrementos de las casas suscritas al servicio.
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La teoría de las ventanas rotas



En 1969, en la Universidad de Stanford, (USA), el Prof. Phillip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y color.

Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York, y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos, abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes, y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada lugar.

El auto del Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas, ya sea robándose lo utilizable o destruyendo el resto. El de Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito, postura en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras (de derecha y de izquierda).

Pero el experimento no finalizó allí. A la semana, cuando el auto del Bronx estaba deshecho y el de Palo Alto impecable, los investigadores rompieron el vidrio de este último. Como resultado, se desató el mismo proceso que en el Bronx: robo, violencia y vandalismo. ¿Por qué un vidrio roto en el auto del barrio supuestamente seguro desata un proceso delictivo?

Es que no se trata de pobreza. Es evidentemente algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Acá viene lo interesante: un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, desinterés, despreocupación, que va rompiendo códigos de convivencia. Es como una sensación de ausencia de ley, de normas, de reglas, algo así como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

En experimentos posteriores, (James Q. Wilson y George Kelling), desarrollaron la teoría de las ventanas rotas, la misma que desde un punto de vista criminológico, concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.

Si se rompe el vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás.

Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importar a nadie, entonces allí se generará el delito.

Si se cometen pequeñas faltas (estacionar en lugar prohibido, exceso de velocidad o no respetar luz roja), y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.

Si permitimos actitudes violentas como algo normal en el desarrollo de los niños, el patrón de desarrollo será de mayor violencia cuando estas personas sean adultas.

Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a los asaltos), serán los delincuentes quienes ocuparán esos espacios.

La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década del 80 en el Metro de Nueva York, en aquellos años el lugar más inseguro de la ciudad. Se comenzó de lo pequeño a lo más grande: grafitis, suciedad, ebriedad, evasiones del pago de pasajes, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes, lográndose hacer del subte un lugar seguro.

En los 90, Rudolph Giuliani, sobre la base de las ventanas rotas y el Metro, impulsó una teoría de tolerancia cero. La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana. El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York.

Cabe aclarar que la expresión tolerancia cero, si bien podría sonar a una especie de solución autoritaria y represiva, su concepto principal radica en la prevención y promoción de condiciones sociales de Seguridad. No se trata de linchar al delincuente. No se trata de avalar la prepotencia policial, ya que de hecho, también puede aplicarse la tolerancia cero respecto de los abusos de autoridad. No se trata de tolerancia cero frente a la persona que comete el delito sino frente al delito mismo.

Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana.
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